Golpes de piedra en Chaco: la gran celebración de las formas
La Bienal 2016 del Chaco reunió a escultores de 11 países para trabajar sobre mármol travertino una metáfora del equilibrio. Nuevamente, los chaqueños en multitud le dieron un marco de afecto popular a un acontecimiento único.
El inesperado aplauso en un rincón del cuadrado donde se concentran los escultores, puso todas las miradas en esa dirección. Hiroyuki Asawaka, el japonés, por fin había logrado que sus bolitas de cristal de colores descendieran sin detenerse desde las pequeñas alturas de la piedra hasta llegar por fin a un valle plano, como una pampa de juguete.
Había corregido los defectos del camino. Podría parecerse a una de esas piezas que intentan imitar el movimiento perpetuo, pero las bolitas llevaban un destino de quietud, el remanso del amor. “Enamorarse” se llama su obra, y tal vez el gentío que se había demorado a verlo renegar no sólo celebraba que se hubieran despejado las irregularidades, sino que, al cabo de tanto andar fuera posible encontrarse en un valle de equilibrio.
“Equilibrium” fue la consigna con la que la Bienal del Chaco 2016 desafió la creatividad de los 11 escultores reunidos del Concurso Internacional.
Otra vez, Resistencia ha sido hasta ayer el amparo de una mágica celebración de las formas, de un hecho artístico convertido en un acontecimiento cultural de gran intensidad popular. Durante una semana, multitudes de los vecinos de la capital chaqueña –más visitantes– fueron testigos de la transformación de un bloque de piedra en una obra de arte.
Lugar de encuentro
La historia comenzó en 1988, con el primer concurso nacional de escultura en madera que tuvo como inspirador al gran escultor chaqueño Fabriciano, que después de andar por el mundo recogiendo premios, impulsó un encuentro en su tierra. Resistencia, entonces, ya comenzaba a asumir el destino de “ciudad de las esculturas”, por la cantidad de obras plantadas en los espacios públicos. Actualmente suman 618.
El encuentro creció hasta convertirse en internacional y el escenario pasó de la plaza 25 de Mayo, hasta el Domo, a orillas del Río Negro. El material y la consigna cambian en cada edición; esta vez, bloques de mármol travertino fueron traídos desde San Juan.
Mientras tanto, se realizó en forma paralela un encuentro de escultores, argentinos y latinoamericanos, que trabajaron en madera y hasta en arena.
A su vez, el certamen “Desafío” convocó a alumnos de bellas artes de escuelas del país, con 48 horas para concretar una obra. El grupo ganador provino de la Universidad de La Plata, en tanto que el segundo puesto fue para la escuela Emiliano Gómez Clara, de Villa María (Leonardo Giordano, Santiago Tacconi y Laura Manegotto).
Afecto popular
Del concurso internacional tomaron parte Nils Hansen (Alemania), Néstor Vildoza (Argentina), Viktar Kopach (Bielorrusia), Pascale Archambault (Canadá), Qian Sihua (China), Milton Estrella (Ecuador), Behnam Moghanlou (Irán), Tanya Preminger (Israel) el mencionado Asakawa (Japón), Mincu Razvan (Rumania) y Wu Ming-Sheng (Taiwan)
El certamen se ha convertido en uno de los sobresalientes de Sudamérica, tanto que hubo 160 escultores del mundo que intentaron llegar hasta Resistencia, y finalmente fueron elegidos 11.
Viktar Kopach, por ejemplo, llegó después de haberlo intentado siete veces. Y estaba conmovido por tanta gente que acercaba chocolate, tibieza, mates y, sobre todo, atención y curiosidad. “Es hermoso que los niños puedan acercarse. No sólo para que se interesen por la escultura, sino porque la creatividad es necesaria para cualquier orden de la vida”, decía, mientras seguía lidiando con su bloque de mármol para dejar expuesta su metáfora del equilibrio alrededor del agua.
Las herramientas de los artistas en acción, todos con barbijo, desplegaban una nube de polvo blanco que cubría hasta el lomo de los perros vagabundos que se rondaban el lugar.
Behnam Moghanlous, el iraní, trajo su metáfora del equilibrio desde los vientos del desierto de su paisaje original y la vieja lucha de la arquitectura por detenerlos. Estaba feliz: “La gente nos trata muy amistosamente. No estamos acostumbrado a tanto afecto”. Por la noche, incluso, se animaría a cantar una canción de su país en la mítica peña Martin Fierro.
Para contar del equilibrio, el catamarqueño Vildoza ha partido desde su opuesto: el desequilibrio. Y fue hacia el interior de la mente. “La loca del muelle”, se llama su obra. La luz de los distintos momentos del día le iba haciendo ver de distintos modos sus trabajo, y luego en el descanso de la sombras, hací el repaso final. “La noche aporta consejos”, decía, mientras comía una mandarina.
Anoche, el jurado se aprestaba a proclamar a los ganadores (también habría premios de los mayores y de los niños), mientras una inmensa multitud comenzaba a reunirse en los alrededores del Domo. La gente venía a cerrar un círculo único que ponía equilibrio entre la creación, el esfuerzo y el afecto popular.
Fuente: vos.lavoz.com.ar