Fabriciano; Balance de la Bienal 2016
Ser parte de esta bienal es un compromiso con el arte, con el amor al arte y la creencia de que ennoblece el espíritu.
Nuestra recompensa es vivir en esta tierra en la que habita un pueblo diferente, un pueblo que convive con el arte y lo respeta. El pueblo es ese actor protagónico que fue sensible a la escultura y con su acompañamiento nos posibilita profundizar en el camino de la identidad y el ideario de hacer del arte un bien de todos.
La bienal es una industria cultural que tiene consolidación, consagración y un futuro sin horizontes.
Como manifestación escultórica, la bienal del chaco se destaca como el acontecimiento más importante de argentina y uno de los principales del mundo. Su estructura supera holgadamente los estándares de calidad y entre los concursos internacionales de esta modalidad, ha logrado un gran prestigio.
La contención, el cuidado, el trato familiar y afectuoso a los escultores, así como la idoneidad de resolución de todas las cuestiones técnicas y logísticas, son cualidades de la organización apreciadas y exaltadas por los artistas.
Siempre acompañados por la hospitalidad chaqueña que se manifiesta en ese acercamiento espontáneo para pedir una firma o fotografía,… para interrogar sobre el sentido de la obra o relacionar orígenes patrios… y los escultores, confesamente admirados de esa comunicación espontánea con el “pueblo”, se predisponen dóciles a interrumpir el trabajo.
El arte es trabajo, otra enseñanza que deja la bienal y un trabajo que gusta ver, sea el golpe certero del martillo o el alisado perfecto de una amoladora; es apreciado seguir la transformación de la materia cruda en una obra de arte. se aprecia y se aprende, y esa educación subliminal añade a que el arte se valore y se respete en el espacio público, esa es la virtud, esa es la verdad.