La Bienal, un espejo donde mirarse
La ciudad de Resistencia y la provincia del Chaco viven una nueva edición de la Bienal Internacional de Esculturas, el gran emprendimiento cultural que por méritos propios logró trascender las fronteras de la región para convertirse en un sello distintivo de la capital chaqueña con legítimas ambiciones de proyección internacional.
La original iniciativa que se materializó por primera vez en la plaza central de la ciudad, al aire libre, con el recordado Concurso Nacional de Escultura en Madera de 1988 que por su novedad asombró en sus comienzos a propios y extraños, confirmó con el paso del tiempo que el sueño de hacer del arte un bien de todos, como lo planteó tempranamente el escultor Fabriciano, alma mater de estos encuentros, no solamente era posible sino que además el ejemplo de organización, constancia, esfuerzo y visión de quienes integran la Fundación Urunday se convirtió en un espejo en el que el conjunto de la sociedad chaqueña debe mirarse para comprender la verdadera magnitud e importancia que tienen todos aquellos proyectos que, como éste de la Bienal, está pensado con la mirada puesta en el largo plazo. Son propuestas que trascienden las gestiones de los gobiernos de turno y plantean transformaciones que van más allá de lo circunstancial. Como sucede en este caso específico, la iniciativa tiene entre sus metas las de mejorar las realidades sociales y económicas de la provincia a través del arte y la cultura.
En esta nueva y esperada edición del certamen, once escultores de distintos países del mundo contribuirán, como otras tantas veces lo hicieron otros artistas de distintas latitudes, a consolidar ese rasgo peculiar y distintivo de la ciudad de Resistencia cuyo patrimonio cultural sigue creciendo en forma sostenida año a año. A esto debe sumarse la inauguración de las obras de infraestructura que llevó adelante el municipio capitalino para recuperar el Paseo Costanero, un espacio público que servirá para alentar otras actividades recreativas y deportivas en beneficio de la comunidad y sus visitantes. Es probable que en diez años, o tal vez un poco más, las nuevas generaciones comiencen a cosechar los mejores frutos de todo este enorme esfuerzo de Fabriciano y de quienes lo acompañan en la Fundación Urunday; y en ese sentido solo se puede ser optimistas porque hoy la bienal ya asoma con todo su potencial.
Hoy la Bienal, con todos sus logros, es también un llamado a todos los chaqueños a trabajar codo a codo en otros ámbitos del quehacer económico, político y social, con objetivos comunes, como se trabaja en la organización de estos encuentros. El sueño de transformar a Resistencia en una ciudad universal, como plantean los organizadores de estos encuentros internacionales, puede tal vez resultar demasiado ambicioso o descabellado para quienes no se animan a mirar con perspectiva, pero habría que recordarles, simplemente, que el espíritu de estos certámenes de escultura ha logrado tocar el corazón de los chaqueños con ese soplo invisible que ayuda a moldear la identidad de un pueblo, con todo lo que eso significa.
El extraordinario patrimonio cultural del que goza y exhibe con orgullo la capital chaqueña no es producto del azar, sino del esfuerzo sostenido que empezó con los visionarios que en la década del 50 alentaron el emplazamiento de esculturas al aire libre, tarea que sabiamente ha sabido continuar la Fundación Urunday, cuyos integrantes tienen también el mérito de haber sabido contagiar su entusiasmo por estos encuentros artísticos a gobernantes y ciudadanos de a pie, por igual. Queda por delante el desafío de ir alcanzando las metas que se impusieron los organizadores de la Bienal, como la que propone que la capital chaqueña sea reconocida en un futuro por la Unesco como patrimonio cultural de la humanidad. Son objetivos ambiciosos, es cierto, pero nada es imposible para una comunidad que está dispuesta a sumar sus voluntades en pos del bien común y de una mejor calidad de vida para todos sus ciudadanos.
Fuente: www.diarionorte.com