04 Oct Encantamiento de la última noche.
El cierre de la Bienal 2016 tuvo su marco apoteósico. Más de 300 mil personas circularon en la fiesta escultórica resistenciana. Y la proclamación de los ganadores, convocó a miles de personas que inundaron el predio. No fue una sorpresa, la Bienal genera estos efectos masivos.
El arranque deslumbró con una obra que no se ha visto en tamaña escala: el láser y el humo construyendo mares o cielos en movimiento, contexto donde la bailarina Carla Rímola se movía al compás de dinámicas salvajes e intelectuales, explorando las tensiones de un universo de equilibrios e inestabilidades. La obra especialmente diseñada para la ocasión por Edgardo Mercado y Gabriel Gendin fue un trascendente momento de contemporaneidad plena, poética y tecnología.
Durante la entrega de medallas, valga recordar la espontánea idea de Fabriciano que rompió el protocolo invitando a que el escultor iraní Behnam Akharbin Moghanlou entone una canción de su exótica tierra.
Luego, la hora de la revelación. El escultor chino, Qian Sihua, con “Para siempre” fue coronada ganadora del certamen. Muchas chances tenía esa obra monolítica, de factura impecable que se instala cómodamente en el rigor de la técnica y la belleza de la forma y además forjada bajo la concepción mística de lo que es el equilibrio para los chinos: casi un sinónimo de eternidad. Por lo que fue una obra radiante de espiritualidad.
El bielorruso Viktar Kopach con “Entre el Cielo y la Tierra” obtuvo el segundo galardón; una escultura intensa, difícil, alejada del prototipo. En tanto el japonés, Hiroyuki Asakawa, autor de “Caída en el Amor” obra con guiño lúdico, quedó en el tercer puesto.
Vale reflexionar sobre el Premio de los Niños Reynaldo Martínez que obtuvo la obra “La mujer del muelle” del argentino Néstor Vildoza. No es la primera vez que los niños eligen una obra abstracta (lo abstracto es una evolución mental que amplía la comprensión figurativa). Pudieron elegir la entendible y simbólica obra “Ecuanimidad de Ánimo” de la escultora canadiense, Pascale Archambault, única figuración del concurso; o la del japonés Asakawa que propuso un juego “con bolitas”. Sin embargo los niños fueron por La mujer del muelle que aunque sea una imagen con atisbos de una mujer en reposo, no deja de ser una contundente abstracción.
Se ha abundado sobre la comunicación del público con los artistas. Y en este acto de despedida, el pueblo se acercó para conocer el veredicto pero también para vitorear, aplaudir a rabiar, acompañar con silbidos a sus artistas favoritos.
El champagne salpicó a los cercanos y regó a los incautos. .Fue el símbolo de la victoria.
Posteriormente un video paneó la encantadora rutina de la Bienal 2016 con sus dosis de trabajo y creación y Alejandro Acosta volvió a interpretar ante la multitud su himno del Equilibrium que iba pulsando el ritmo del trabajo audiovisual.
Aún faltaba otro momento gravitacional. Ya no el de la coronación que estaba siendo, sino el de la anunciación de la próxima Bienal Internacional de Escultura, “Identidad en Movimiento”. El sello de la continuidad…
Hasta el 2018 entonces…