Lenguaje

Fabriciano: La ausencia presente

En los últimos días de junio, Fabriciano hubiera cumplido 79 años.

Dos años casi, que ya no está con nosotros. Sin embargo, sigue incidiendo en el quehacer artístico de esta ciudad de manera curiosa y extraordinaria.

Sus sueños se siguen cumpliendo. Diríase que esos sueños, se descarnaron de la persona y tomaron autonomía.
En breve, se materializa uno de ellos: el calco digital del David de Miguel Ángel, una reproducción 3d realizada con tecnología de vanguardia.

De que tenga Resistencia una copia de la icónica escultura del renacimiento era un empeñado sueño del artista, y lo gestionaba con ahínco, repitiendo incansable: “No habrá que ir a Florencia para disfrutarlo y estudiarlo”.

Era una de esas ideas “fabricianescas” que sonaban extravagantes y raras, como sonaba raro y extravagante en los ’80, hacer un concurso de esculturas en madera en la plaza de la ciudad.

Su impacto no podrá ser sino, admirativo. El tamaño colosal del efebo bíblico dialogará parlanchinamente con las decenas de esculturas contemporáneas (grandes premios de las bienales) en el predio del MusEUM.

Una obra que, cuando venga a vivir entre nosotros, nos revelará, nos hará ver su tino, su esencialidad, su goyete, su sentido en la ciudad de las esculturas.

Pronto estará el David en Resistencia. Y en ese David, está Fabriciano.

Y está también Fabriciano en su “obra maestra”: La Bienal del Chaco, con su dimensión internacional, su construcción plural, su engarce acabado en la industria cultural, su almohadón identitario y su virtud de ir, cada dos años, alimentando con nuevas obras de consagrados artistas del mundo el museo al aire libre, cercano ya a las 700 piezas.

En la Bienal del Chaco, está Fabriciano.

Y está Fabriciano también, vivamente, en las veredas, en las plazas, en espacios verdes a la entrada de la ciudad con las más de 20 esculturas y murales de su autoría. He allí la inmortalidad del artista: Sigue viviendo. Permanece en sus obras.
Hay otro lugar donde está Fabriciano, el más obvio y menos visualizado quizás: su hogar en Villa Seitor, devenido casa museo.

Es sabido como amaba Fabriciano a Resistencia y las acciones de su vida estaban pensadas para esta ciudad. Y fue su propósito legar, regalar su casa al pueblo del Chaco.

En Fabriciano, el artista convivía naturalmente con el hombre racional, el de la inteligencia aplicada. Por otro lado, Fabriciano tenía conciencia de la muerte. Por eso, por ejemplo, desde la Fundación Urunday se preocupaba y ocupaba en formar continuadores, en trabajar en proyectos a largo plazo, etcétera.

En el caso de su amada casa (la casa de sus padres) en cuyas estancias se destacan maravillosas esculturas que recorren su historia de escultor, en vida la donó al pueblo del Chaco y conformó la Fundación Fabriciano para que después de su muerte sea sustentable como Casa-Taller-Museo.

La gran noticia de hoy es que este territorio íntimo que derrocha arte grande, abre sus puertas al público con la modalidad de cita previa.

En esa casa…claro que está Fabriciano.

Y está también en la legión de amigos que dejó.

Él, con su humildad, su tesón, su inclinación al trabajo, su generosidad, su visión, nos enseña, nos invita. Y nos impele a soñar con él. A creer con él de que el arte, definitivamente, nos hace mejores. En esa idea civilizadora, está Fabriciano.

Por Marcelo Nieto